Por el Lic. Lucas Bustos
Es el recuerdo de las palabras de mi abuela, esa canción alterada de sus cuerdas vocales que se dejan retumbar por la casa, que siguen insistentesaun hoy en día, siempre llenas de sabiduría.
Fue justamente aquella frase que mi abuela me dijo un día y que hoy, así de repente se me cruzó por la cabeza, que se materializó en un pensamiento simple y sencillo, lo que verdaderamente me ayudó a entender cuál era el paceder de Jerónimo. “Lucas, lo que la boca calla, el cuerpo lo grita”.
Jerónimo trata de explicarme porqué su padecer se manifiesta en su cuerpo, en su soma, ocasionando síntomas gastrointestinales y picazón en su órgano sensitivo más extenso, la piel.
Jerónimo tiene una teoría. El ha comprobado en un sin número de ocasiones que ir a rendir un exámen a la Universidad es coincidente con la aparición de estos malestares. Tiene un relato lineal en tiempo, donde a cada etapa le corresponde un descripción detallada de las inclemencias corporales a las cuales debe atender. Acidez, constricción, diarrea, dolores de estómago y picazón que comienza en los brazos y luego se extiende a diferentes partes del cuerpo.
Es así como él transita el proceso de tensión y estrés que le significa la exposición a una situación que lo excede. Es la forma en la cual él trata de congeniar sus deseos internos de avanzar en una carrera universitaria que él ha elegido y la realidad externa que lo obliga a superar exámenes que demuestren su idoneidad.
Las personalidades que manifiestan estas características tiene rasgos similares y también una modalidad de relación bastante típica. Por lo general son ordenadas, detallistas, exigentes, conservadoras en sus conductas y ansiosas. Tienden a ser analíticas, pensantes, siempre intentando demostrar una comprensión conciente de su situación. El problema es que justamente todo ese arsenal de hipótesis, esa comprensión detallada e inteligente, es la modalidad que estructura y sostiene la fachada sintomática.
Jerónimo padece de un no entender que su sufrimiento poco tiene que ver con su inteligencia académica o con su capacidad intelectual. Es mas bien una expresión corporal de la dificultad de integrar lo racional con lo emocional. Es su mecanismo de afrontar situaciones de tensión, que está instalado en su programa adaptativo de manera disociada, incompleta, siendo el cuerpo una alternativa funcional a la expresión de lo que las palabras solo tratan de justificar.
La disociación entre mente y cuerpo, emociones y pensamientos, es el punto nodal en el cual apuntalar el trabajo, la importancia de reacomodar las estrategias para desplazar la tensión emocional. Es fundamental que Jerónimo comprenda realmente que sus explicaciones y racionalización sobre lo que le pasa no van a la raíz del problema. Solamente lo justican.
Su cuerpo le está contando que necesita acoplar su emocionalidad al relato de su cotidianidad. Que los escollos en el camino no son mas que una parte inevitable del expandir nuestro horizonte alcazando metas ambiciosas, como lo es el obtener un título universitario.
Sus explicaciones solo funcionan como un telón que lo intenta proteger, que lo intenta resguardar de su incapacidad para controlar la tensión y el estrés. Sus explicaciones solo tratan de enmascarar esas conductas ansiogenas, poniéndolo a hacer, a pensar y alejándolo del sentir.
En el transcurso de las sesiones Jerónimo fue entendiendo con más claridad, con otro tipo de detallismo, menos racional y más emotivo, qué es lo que realmente le pasa cuando se encuentra ante episodios de relevancia en su vida y que la mayoría de sus conductas sintomáticas son su forma de controlar sus emociones, de cuidarse, alejándose del sentir.
Como bien me dijo la abuela, “Lucas, lo que la boca calla el cuerpo lo grita”.
El autor es licencido en Psicología. Recibido en la Universidad de Córdoba, Argentina, ejerce su profesión en la provincia de Santa Fe, Argentina. Matrícula Profesional #443 CDPSF.
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